Y de pronto entiendo que la voz de mi madre es Puerto Rico
Publicado por
Yésica Isabel
05 oct 17
por Yésica Isabel Nieves-Quiñones
22 de septiembre de 2017
Son las 8:43 de la mañana del 22 de septiembre y voy en el tren J de Brooklyn a Manhattan. De mis audífonos escucho una versión más de Verde Luz. Y con ello le doy la bienvenida al mar dentro del vagón del tren. En la pantalla de mi celular observo a la Isla desde este vagón atestado de gente con destinos diferentes, este vagón que de pronto sí... se cubre de agua, palmas, vientos huracanados y, sobre todo, soledad. Y evito llorar en un intento egoísta de salvarme. Veo fotos antes y después de esa tal María que no pudo contener las ganas de conocer a nuestra Isla. Pero al final lloro en mis adentros por Borinquen. Y lloro también por mí, es verdad. Por que por primera vez en la historia de mi vida se hace clara mi decisión de estar en Nueva York. Me explico. Hace ya dos cortos días que no escucho la voz de mi madre en la mañana. Y no es hasta ahora que puedo reconocer que este exilio es visible. Que escuchar la voz de mi madre, por ejemplo, o recibir mensajes de mis amigos a través de las redes sociales me hacía vivir cada día antes de este 20 de septiembre como si fuera posible estar en dos lugares a la vez. Y de pronto entiendo que la voz de mi madre es Puerto Rico y que nada hay o nadie hay que pueda llenar ese vacío insalvable, sin fondo, de la distancia, de la Patria sin voz ni imagen. Es como si la dichosa María me hiciera ver la realidad como la realidad y mis sueños como sólo sueños. Es como si este tren que me lleva a Manhattan en este día me provocara la sensación extraña de saber que por primera vez desde mi exilio no soy parte de la historia de Puerto Rico, de que por más que exista esta red inalámbrica mágica lo que siento yo no es lo mismo que siente mi familia, mis vecinos de San Sebastián, mis amigos de San Juan.
Comienzo a notar mi respiración de nuevo y lo que hay a mi alrededor en este tren es gente. Como un mar de extrañeza a mi alrededor. Sólo noto los torsos de su cuerpos y a la altura de mi rostro sólo percibo figuras mientras escribo estas letras. Nadie parece notar cómo lo que soy está cambiando en este preciso momento de conciencia. Y ya está. Está decidido. Vuelvo a Puerto Rico. Necesito a Puerto Rico. Es mi Barco, es mi Puerto, es mi Tesoro.
[visita el blog personal de la autora en el siguiente enlace: www.yesicaisabel.com ]
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Gracias por el amor que sientes por Puerto Rico.