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Volver a San Juan

9 de agosto de 2018
Brooklyn, Nueva York

Les quiero contar un poco.  Ná.  Les quiero contar todo.  Quiero hacer de este pequeñito momento uno que dure unos minutos largos de análisis y re-análisis personal (y público, aparentemente).  Me explico.  Hace poco volví a San Juan.  No había pisado la vieja ciudad desde agosto del año pasado.  Y para volver a San Juan, les juro, hice todo lo posible.  Me cocí alas y me pegué a mis sueños sin pedir perdón.  Sí.  A mis sueños.  Por que así como hay quienes sueñan con viajar a la muralla china o a Tacuarembó, yo sólo necesitaba caminar por la Caleta de San Juan.  Embarrarme de sunblock, sudar bajo un candente Sol, como consecuencia comprarme una piragua con sabor a fresa y, acto seguido, caminar sin rumbo aparente hasta toparme por casualidad con el Morro.  Ustedes saben, así, casualmente, como quien no quiere la cosa.  Como cuando uno está conociendo románticamente a alguien y le tira hints de las cosas que le gustan a uno y ¡púm! luego llega ese amor platónico y regala ese momento que creó uno realmente pues así.  Eso quería.

Definitivamente, es increíble lo que te hace el exilio.  Mario Benedetti, mi escritor favorito, siempre lo dijo pero no es hasta ahora que lo vivo en mi piel de treinta años que lo puedo descifrar.  "La patria es como el arroz: germina en todas partes."  Y así es como desde el 2015 he ido creando mi pequeño Puerto Rico en este conjunto de islas que es Manhattan-Brooklyn-Queens.  Pero que nunca se asemejan suficiente a esta isla nuestra, esta isla única que es nuestra patria.  Para mí, muy particularmente, nunca es suficiente por que lo que soy aquí no es lo que soy allá.  Y suena a inconformismo.

. . .

Y ahora que lo pienso, es verdad.

Quiero más.  Quiero más.  Quiero más.

. . .

Y ¡qué bueno querer más! - - - Más momento de mirar y que lo que uno tiene adentro vaya en perfecta armonía con lo que uno tiene afuera.  En este caso, me refiero, a las calles de San Juan.  Tomando todos estos anhelos en cuenta, les cuento que mi viaje hacia ellas, hacia estas calles, comenzó a eso de las diez de la noche en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York.  El vuelo se atrasó, por supuesto, aumentando con ello exponencialmente mis ganas de volver a casa.  Llegué al aeropuerto de Aguadilla a eso de las cinco y pico de la mañana.  Mis padres me esperaban felices.  Papi en su silla de ruedas y mami con su bastón y ambos con sendas pavas jíbaras y ondeando banderas de Puerto Rico como si recibirme fuera un acto honorífico que nuestra patria celebrara a través de ellos.  Como si volver fuera siempre el mejor regalo que cada hijo de Borinquén pudiera alcanzar, como una graduación, un acto de condecoración humana.

En fin, llegar a San Juan supuso, entre otras cosas, una parada obligada en la playa Jobos de Isabela.  Un salir corriendo de la guagua y saludar al mar como si nunca lo hubiese visto.  Papi nos esperó dentro.  Mami y yo nos deslizamos a través de una chorrera de arena improvisada, manchando nuestros pantalones y pintando nuestras almas caribeñas.  ¡Gritamos!  Yo: "¡Te Amo MAMIIIII!" Y ella: "¡Te Amo Yésicaaaaa!"

Luego subimos al pueblo de Isabela por senda jalda y ya a la altura del pueblo bajamos los cristales para preguntar a dos hombres que por dónde era el mejor camino para llegar a San Juan.  Y el sólo hecho de poder decir estas palabras en español y sentir la seguridad del abrazo silencioso de mis padres me hizo florecer desde adentro.  Los hombres fueron gentiles y graciosos:

"Pues mira, tú síguelo por esta calle hasta que te encuentres a la derecha una terraza esbaratá por el huracán y ahí te tiras a la derecha."


. . .

Puerto Rico.  Puerto Rico.  Puerto Rico.

Tu encanto no tiene palabras.  Te es tan intrínseco.  No hay cómo explicarte.

. . .

Finalmente llegamos a la autopista.  Y luego de dos horas, y una corta parada en un peaje para prepararme antes del encuentro, ocurrió: ME RECIBIÓ SAN JUAN.  ME RECIBIÓ MI VERDADERO YO.

Todo era diferente.  Pero noté mi anclada felicidad.  La que siempre siento en el corazón de sus calles.

Y fui feliz.

Con amor por nuestra Isla,

Yésica Isabel Nieves Quiñones 
Fundadora de Isla Mía
Blog personal: www.yesicaisabel.com
Instagram: @amelia.bartolome 
(Fotografías y Texto © Todos los derechos reservados) 


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