4 de enero de 2019

Nueva York, Nueva York |

Hoy me despierta la noticia de que soy adulta y de que la única responsable de mi vida soy yo.  Aunque reconozco que soy adulta hace tiempo hay días como hoy en que soy particularmente más sensible a ello. ¿Más adulta?  Quizás.  Creo que todo comenzó ayer a eso de las seis de la tarde.  La ecuación fue como sigue:

1) Me miré al espejo.

2) Noté cuán diferente soy al año pasado.  Mi pelo ya no es color zanahoria, por ejemplo.

3) Pensé en los diversos retos que me presenta el mes de enero.

4) Pensé en que si no gano en estos retos nadie los ganará por mí.

5) Ahí pasó.

Dejé que el momento se esfumara, se disolviera solo, hasta esta mañana.  Y ahora lo recibo como se reciben a los familiares en el aeropuerto de Aguadilla en plena navidad: con los brazos abiertos y los miedos cerrados.

. . .

Y ahora pienso en el Morro, mi lugar favorito en el mundo por su apertura y eterna bienvenida.  E intento ver cómo todos estos retos de los que hablo son simples escalones que me harán llegar o no a esas colinas verdes de San Juan.  Sin estos retos volver a San Juan no será posible, sin exagerar.  Ya sea para una corta estancia o para el resto de mi vida, sin exagerar.  No creo que haya mejor motivación que reconocer esta verdad ahora mismo. Y con ello viajo sin moverme de aquí hasta la memoria de hace tantos meses, ese momento en que hablaba en el chat de whatsapp con mis amigas patriotas; ellas en San Lorenzo y yo en Saint Manhattan. Aquí la pequeña historia que escribí de ese momento en febrero del año pasado:

Mis amigas y yo mantenemos un chat diario.  Nos volvemos locas las unas a las otras a razón de un mensaje por hora al día, siendo conservadora en mis estadísticas.  Y esta noche, justamente esta noche, Yesenia nos abrió la puerta, sin saberlo, a una conversación sin límites sobre el miedo.  Y fue tan sencillo.  Ella nos envió una foto nocturna del Morro junto a un texto que decía:

"Mi hermosa vista!  No las quiero aburrir con lo mismo. Pero esto me hace sentir libre."

Y yo metida en una oficina a siete minutos de acabar mi día de trabajo por acá no pude evitar las ganas.  Aquí el diálogo:

Yésica: "Tu no nos aburres para nadaaaaaa.  Grita mi nombre en el Morro. Pa' sentirme ahíííí.  Y grábate jajajaja"

Yesenia: "jajaja estoy en el taller"

Shirley: "jajajaja sí, grítalo en medio del taller y te grabas"

Yésica: "jajajajaja aaaahhhhh, ahí mejor, en medio de todo!"

Al salir del trabajo recibí el mensaje confirmando que mi nombre se escuchó hoy por el Morro.

Entonces, volviendo al hoy, a estos retos, a estos miedos semicerrados, a esta adultez...  Qué bello reconocer la amplia libertad de maneras de experimentar la vida.  Qué bello reconocer que nuestras ideas pueden convertirse en realidad.  Bastó pedirle a Yesenia que gritara mi nombre.  Bastó sentarme esta mañana a estudiar.  Bastó reconocerme en el espejo.



Con amor,

Yésica Isabel Nieves-Quiñones
Texto y Fotografía